Soñó
que se encontraba con la novia de su marido y no la mataba. Siempre había tenido
ganas de apretarle el pescuezo siquiera un ratito. Ganas de encajarle una
piedra de su collar en la tráquea, pero nunca pensó que se la encontraría
porque sus mundos quedaban tan lejos que si ella hubiera vivido en Bagdad y no
en la colonia vecina, de todos modos hubiera estado más cerca Bagdad. No
caminaban las calles a la misma hora, ni buscaban la sombra bajo los mismos
árboles, ni el sol les ahuyentaba el mismo frío. Por eso no la mató.
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